Monday, May 30, 2005

Ernesto Frontera, MD sobre la Etica Medica

Cómo debe ser la relación médico-paciente? ¿Qué destrezas de comunicación debe incluir la educación de un médico? ¿Cuál es el mayor obstáculo para la medicina preventiva?



ERNESTO A.FRONTERA ROURA

Psiquiatra, catedrático auxiliar de psiquiatria de la Escuela de Medicina de la Universidad Central del Caribe.








El cuidado de la salud y la relación médico - paciente Históricamente el quehacer relacionado con el cuidado de la salud de los seres humanos ha recaído fundamentalmente en la díada o relación médico - paciente y su familia. Es una relación entre seres humanos. Es un encuentro en el que se intenta integrar la búsqueda de la objetividad y el dato con el entendimiento y la compasión.

El médico o profesional de la salud es un ser humano que se ha comprometido a atender y cuidar la salud de otros seres humanos. Para hacer esto estudia y desarrolla destrezas y actitudes que le permitan realizar esa actividad competente y compasivamente. Hace un compromiso de actuar en beneficio del paciente y de ser fiel y respetuoso de sus deseos. Se espera del médico que sea una persona en continua búsqueda y cultivo de la virtud, propensa a actuar correctamente y que sea confiable, honesto, veraz, responsable, justo, prudente y comedido, capaz de reconocer lo que no sabe y rectificar el error cometido compensando al paciente por el daño. La contraparte de esta díada, el paciente o enfermo, también tiene sus responsabilidades. Debe practicar un estilo de vida sano, ser honesto con el profesional, cuestionar e interesarse por su salud y condición, comprometerse con su tratamiento y ejercer su autonomía responsablemente.

A pesar de que hoy día se le reconoce al paciente o enfermo su autonomía en la toma de decisiones y en la responsabilidad sobre su tratamiento, no es menos cierto que el enfermo está en una posición vulnerable que lo hace potencialmente una víctima fácil del abuso y el maltrato. Es por esto que la calidad humana y virtuosa del médico es tan importante para el ejercicio prudente de su poder.

Para que el profesional de la salud pueda ser exitoso en su quehacer debe tener la capacidad de relacionarse con otros seres humanos. El acercamiento respetuoso y empático, la capacidad de escuchar, preguntar, clarificar y responder con atención son todas cualidades necesarias e indispensables en el ejercicio de la profesión. Ese entendimiento es vital para el cuidado de esta persona que está enferma, que nos confía su intimidad, su salud, su vida y que espera curarse y recuperarse o poder manejar su condición crónica o la muerte, cuando le toque, en forma apacible. El tiempo, la paciencia y la ausencia de prejuicio son elementos indispensables en este acercamiento. Es preocupante escuchar, cada vez con más frecuencia, anécdotas e historias sobre encuentros médicos donde apenas se intercambia una mirada, se cruzan pocas palabras y el examen físico es una rareza en aras de un supuesto control de costos, una eficiencia mal entendida, una dependencia excesiva en la tecnología y el manejo de un volumen alto de pacientes en poco tiempo. Esta práctica no sólo desnaturaliza la esencia del cuidado de la salud sino que afecta su calidad. fesionales de la salud sino que organizaciones o sistemas de servicios de salud toman cada vez mayor injerencia en las decisiones clínicas y administrativas que inciden determinantemente en la naturaleza y la calidad del cuidado y de los servicios que se les proveen a un paciente y su familia. Los hospitales, las aseguradoras, las compañías de cuidado dirigido, la industria farmacéutica y biotecnológica y el gobierno han triangulado la díada médico - paciente; la han convertido en un triángulo en el que muchas veces el paciente y el médico se convierten en participantes pasivos, teniendo que lidiar con decisiones que entes invisibles y remotos toman sin tener claro al servicio de qué toman esas decisiones. Si la realidad político - económica y los avances tecnológicos han convertido el sistema de cuidado de la salud en uno tan complejo donde los intermediarios son indispensables, entonces la sociedad debe exigirles a ellos los mismos imperativos éticos y humanísticos que se les exigen a los profesionales de la salud. Debemos esperar de los accionistas, dueños y ejecutivos de estas empresas el mismo altruismo que se espera de los médicos.

El gobierno debe ser el garante del bien común y usar el poder que le damos los ciudadanos para proteger a los más necesitados.

Para terminar, debo destacar la importancia que tienen las instituciones educativas que preparan a los profesionales de la salud en el esfuerzo de cultivar en sus estudiantes la sensibilidad y el compromiso por una medicina humana y ética. La incorporación de la bioética y de las humanidades en el currículo de las escuelas profesionales debe ser fortalecida. La experiencia nuestra en el Centro de Humanidades Biomédicas de la Escuela de Medicina de la Universidad Central del Caribe nos dice que cuando los dirigentes universitarios le abren paso a este tipo de programa, tanto la facultad como los estudiantes reconocen la importancia del mismo y lo apoyan. Sin embargo, todos los esfuerzos académicos se frustran cuando nuestros estudiantes se topan con una realidad que contradice los principios éticos y humanísticos que deben guiar nuestras profesiones.

La historia no es un proceso ascendente de progreso y civilización. En ocasiones la humanidad recae en la mediocridad y la barbarie y tiene momentos oscuros. No quiero ni pensar que a pesar de toda la retórica de progreso material, la globalización, la modernización, los avances tecnológicos y la búsqueda continua de resultados prácticos y financieros estemos en una recaída histórica. Ninguno de estos hechos de por sí representa un logro si no se ponen al servicio de lo bueno y de lo justo.