Sunday, November 25, 2007

Confieso que he trabajado

Mis confesiones 1981 al 2007

Se cumplieron 26 años de trabajo en el sistema de salud de Hospital de veteranos en Puerto Rico y 62 anos de vida. El 1981 fue un ano de un cambio muy grande en la vida de nuestra familia. Nuestros tres hijos iban a la Escuela Saint Peter and Paul en Cambridge, Maryland donde nacieron los dos menores del grupo de cuatro. Ileana trabajaba como ama de casa y conmigo gozaba de las amistades multinacionales en este pequeño pueblo en el Eastern Shore de Maryland, a la orilla del Rio Choptank.

Durante el frio invierno del 1980 decidimos buscar una manera de volver a Puerto Rico. Teniamos parientes enfermos y nosotros estábamos lejos de ellos. Yo había comenzado la práctica privada de la psiquiatría y estaba considerando comprar una casa para la familia en esa pequeña ciudad a las orilla del rio Choptank, cuyas aguas dulces corren por siglos hasta la Bahía de Chesapeake.

Al sur en el tropico, el Dr. Víctor Bernal y del Rio, psicoanalista puertorriqueño y mi antiguo profesor de psiquiatría en el Puerto Rico Psychiatric Society, ya me había dicho que la mejor manera de comenzar una práctica en la isla era trabajando en el Hospital de Veteranos. Yo le dije que nunca había trabajado con ese tipo de paciente, que llevaba cinco anos en Maryland trabajando en el sistema público estatal, que había pasado mis Boards en psiquiatría en el 1978, etc.

Mi dijo: “Usted ya es un veterano”, doble mensaje positivo que nunca he olvidado. Era su manera característica de apoyar a sus discípulos.

En ese ano conocí al Dr. Jorge Pérez Cruet, un hombre alto, grande y con una autoestima aparentemente más grande que su cuerpo. Miraba a uno a través de unos espejuelos gruesos y hablaba casi siempre de lo que sabia y de las grandes cosas que había logrado en las investigaciones científicas. Un gran maestro de la anti-humildad. Del Dr. Pérez Cruet recuerdo muchas anécdotas, las cuales con frecuencia compartía con mis amigos psiquiatras, algunos de los cuales hecho de menos ahora en el 1981.

El Dr. José María García Madrid era un español elegante y ya viejo cuando lo conocí. Trabajaba en la clínica de higiene mental, donde me asigno el Dr. Pérez Cruet para dirigir la misma. Me sentía bastante inadecuado dirigiendo a un grupo senior de psiquiatras que podían ensenarme de cómo vivir la vida al servicio de ex militares del departamento de defensa de los Estados Unidos de América, la misma nación que invadió a Puerto Rico en el 1998 y ha aportado tanto a la cultura de nuestro pueblo, que antes fue taino y europeo, especialmente español, como era español don José María.

Otros amigos de entonces, Dr. Garriga, Dr. Menéndez, Dr. García Oliveras. Este último lo había conocido durante mis estadia como estudiante de medicina en las clínicas ambulatorias del Hospital Estatal de Rio Piedras. Yo era entonces un estudiante de medicina que poco después escogería hacer un internado 8/4 es decir ocho meses en Psiquiatría y cuatro meses en medicina interna. García Oliveras tenía una personalidad muy reservada, hablaba poco y no miraba a uno a los ojos cuando hablaba. Creo que tenía los ojos de color claro, quizá verdes, es difícil saberlo en realidad.

El Dr. Menéndez era psiquiatra cubano con una actitud especial y diferente. Muy serio en sus cosas. Se me quedaba sin nombrar el genio de las bromas y del buen humor, el Dr. Álvarez, de pelo blanco, cuerpo pequeño. Tenía una memoria tremenda para una lista de bromas y chistes que nos hacia reír en todas las reuniones semanales en la Clínica de higiene mental. Allí conocí también a la secretaria Coral, quien todavía trabaja con nosotros en el hospital. Hija de una directora de una clínica gubernamental en la isla, Coral todavía tiende a reganar a los médicos y actuar como que dirige la cosa. Persona fiel a su trabajo, que espera lo mismo de los demás. .

Por poco se me olvida el Dr. Mella, dominicano que venía al Hospital con su gran revolver y que trabajaba más que los demás, teniendo en cuenta el número de pacientes que veía desde las siete de la mañana hasta las 11 de la mañana. Luego se dice que se iba a su práctica privada ha hacer mas psicofarmacología hasta tardes horas de la noche. El se nos murió mientras trabajaba en la clínica. Fue un accidente cardiovascular devastador. En minutos murió en la sala de emergencia. Quisiera recordar, pero ....no quisiera recordar esa perdida.


Por cinco años trabajé aquí hasta que en el 1986 el entonces Chief of Staff Dr. Ramírez González me nombro presidente del comité de calidad del Hospital. Casi inmediatamente mi jefe me puso a dirigir la sala de emergencia, antes llamado PIC, Psychiatric interventions Center. La idea de ese programa era intervenir en el curso de la enfermedad mental de los pacientes veteranos, evitar hospitalizaciones a alguna de las 240 camas psiquiátricas o a las cientos de camas de hospital en contrato con el VA: Nuestra Señora de los Ángeles en Cupey, el Hospital Julia y la Clínica XXXX en Hato Rey. Mi salida de PIC cinco anos después fue aparatosa.

Un lunes en la mañana el jefe me dijo que me trasladaba al programa de Outreach, para visitar pacientes en sus casas, en compañía de una enfermera y un trabajador social. Ahí estuve por tres anos aprendiendo de la cultura y de las familias de los veteranos. Muchas anécdotas todavía las comparto con Rafaela y con Fortunato.

Durante este periodo de mi trabajo en el Hospital de Veteranos, mi esposa Ileana, paso a ser de un ama de casa que tenía una maestría en salud pública en el 1987 a una Juris Doctor en el 1990.

En febrero del 1993 quede sorprendido un día cuando el Dr. Vazquez Quintana, el nuevo Secretario de Salud de Puerto Rico me llamo al programa de Outreach, que en aquel entonces estaba en un edificio en Guaynabo, para decirme que estaba interesado en mi experiencia de seis anos en el programa de garantía de calidad en Veteranos para montar un nuevo departamento de psiquiatría en el sistema público de Puerto Rico. Yo había escuchado de este cirujano y profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico pero no lo había conocido personalmente.


Yo había estado interesado en otros posibles caminos de crecimiento profesional, la jefatura del servicio de psiquiatría en el Hospital de Veteranos o la dirección de la Residencia en Psiquiatría del PR Institute of Psychiatry, que dirigía el Dr. Victor Bernal. Esta tercera opción en la Secretaria Auxiliar de Salud Mental era la más complicada pero la opción que mas aportaría hacia la salud mental de los puertorriqueños, veteranos o no veteranos. Es la que escogí pero de la que salí contrariado y triste tras la destitución del Secretario de salud, algo jamás visto en la historia de Puerto Rico.

Los siete meses que trabaje bajo la Dra. Feliciano desde septiembre del 1993 al Abril del 1994 no fueron tan felices aunque ella apoyo una parte de los proyectos que yo había comenzado bajo el Dr. Vázquez Quintana.

Ya la ley organica 67 que comenzo ASSMCA en el 1994 no se podía evitar. Se había organizado bajo mi tutela y el trabajo rápido y cuidadoso de muchos legisladores, ASSMCA, la Administración de Servicios de de Salud y contra la Adicción, conmigo como el primer administrador. Fue una aportación de la que todavía estoy orgulloso. Eche mucho de menos al Dr. Vázquez Quintana y su capacidad y su apoyo incondicional a mis esfuerzos de más de 12 horas de trabajo diario con legisladores, administradores, jefes de agencias gubernamentales, etc.

Habia sido buena la decisión del 1993 que no me fuera del Hospital de Veteranos sino que trabajara en ASSMCA en calidad de destaque administrativo con un limite de dos años. De manera que en el 1994 regresé a mis antiguos amigos, esta vez en la clínica de alcoholismo, que dirigia el Dr. Carlos Avilés, fundador de ese servicio en la isla de Puerto Rico muchos años atrás. En la Clinica de alcoholismo trabaje desde el 1994 hasta junio del 2007 cuando pase a una nueva posición como Coordinador de la recuperación de los pacientes con trastornos mentales para el Sistema de Veteranos del Caribe. Todavía puedo aportar en grande al pueblo de Puerto Rico!

De manera que en estas confesiones de que he trabajado pongo mi interés ahora que he cumplido 62 anos de edad y 26 años de exposición al sistema de salud más grande del mundo. Orgullo de trabajar en esta isla de descendientes de tainos, africanos, europeos, anglosajones que el mundo conoce como puertorriqueños.

Imitando al Dr. Bernal puede decir, felicidades a mí mismo.

Gracias a todos los amigos que trabajan conmigo y que no los he mencionado aquí todavia