Tuesday, June 17, 2008

El Colegio e Ibarra hablan a los nuevos medicos de Puerto Rico

Discurso Graduación Escuela de Medicina San Juan Bautista, 11 de junio del 2008
Señora Presidenta y Decano de la Escuela de Medicina San Juan Bautista, Honorable Doctora Yocasta Brugal, Honorable señor Presidente de la Junta de Síndicos Dr. Raúl Morales Borges, Honorables miembros todos de la Junta de Síndicos, miembros de la Facultad Médica, Graduandos de la Escuela de Medicina San Juan Bautista, público en general, señoras y señores:

Hoy 11 de junio del 2008 se me ha otorgado el privilegio de dirigirme a ustedes durante estos solemnes actos de graduación de los 51 estudiantes que forman la clase 2004-2008 conducente a la obtención del título de Médico Cirujano. Deseo primero que nada felicitar a la honorable doctora Yocasta Brugal por haber podido culminar los esfuerzos de muchos, igualmente honorables y distinguidos directivos institucionales, a fin de lograr el prestigio y credibilidad que esta institución ha alcanzado y que hoy la sitúa entre las más prestigiosas instituciones educativas que ofrecen el grado de Doctor en Medicina en Puerto Rico.

Es la misión de esta institución la enseñanza y el entrenamiento de estudiantes a fin de que ellos se conviertan en médicos primarios capaces de puntualizar diagnósticos que identifiquen y comprendan, no solo una enfermedad o malestar en particular, sino al ser humano como a un todo en su infinita complejidad física, moral, social y espiritual. Es la misión institucional el crear profesionales con la capacidad de proveer tratamiento a aquellas comunidades en necesidad de cuidado de salud en Puerto Rico. Son las metas y objetivos institucionales el proveer un programa de educación médica interdisciplinario, actualizado, con altos estándares académicos y científicos, basado en las necesidades de la comunidad y con fundamentos morales, éticos y ante todo humanitarios.

Esta, al igual que el Colegio de Médicos Cirujanos de Puerto Rico, son instituciones cuyos fines y objetivos primordiales son la preservación y cuidado del bien más preciado de los seres humanos, su salud. Siendo pues esa nuestra razón de ser, debemos de preguntarnos ¿que es salud?. La Constitución de 1946 de la Organización Mundial de la Salud la define como el: estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones y/o enfermedades. Sin embargo, solo dos años más tarde, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, solemnemente promulgada en el Palacio Charcot de París el 10 de diciembre del 1948, sitúa a la salud más allá de solo una más de nuestras humanas condiciones, proclamándola y elevándola al rango de uno de los Derechos Fundamentales de la Humanidad. Expresa así a tales fines en su artículo 25: “Todo ser humano tiene el derecho a un estándar de vida adecuado para la salud de sí mismo y de su familia, incluyendo comida, vestimenta, hospedaje, cuidados médicos y los servicios sociales necesarios”. Dada la trascendencia de la salud como el máximo bienestar humano, 18 años más tarde, el 16 de diciembre del 1966, en su resolución 2200 A, la Asamblea General de las Naciones Unidas llevó a cabo el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, hoy ratificado por 149 de los 192 Estados miembros de la organización.

En ese documento los Estados firmantes solemnemente expresan que:

“Considerando que, conforme a los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas, la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables,

Reconociendo que estos derechos se desprenden de la dignidad inherente a la persona humana,

Reconociendo que, con arreglo a la Declaración Universal de Derechos Humanos, no puede realizarse el ideal del ser humano libre, liberado del temor y de la miseria, a menos que se creen condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políticos,
Considerando que la Carta de las Naciones Unidas impone a los Estados la obligación de promover el respeto universal y efectivo de los derechos y libertades humanos,
Comprendiendo que el individuo, por tener deberes respecto de otros individuos y de la comunidad a que pertenece, está obligado a procurar la vigencia y observancia de los derechos reconocidos en este Pacto,”

Convienen en 31 artículos, de los cuales el número 12 consagra:
“El Derecho de todos a disfrutar del más alto y alcanzable estándar de salud, tanto física como mental”. Ya no se considera pues, como expresado en la Declaración original de los Derechos Humanos, el derecho a “un estándar de vida adecuado”, sino que ahora se determina el derecho a: “el más alto y alcanzable estándar de salud, tanto física como mental”.

Siendo que, de acuerdo a los postulados de la Conferencia Mundial sobre los Derechos Humanos y la Declaración y programa de Acción de Viena de junio del 1993 que establece el que todos los Derechos Humanos son universales, indivisibles e interdependientes y que los mismos se deben de tratar en forma global y en forma igual y razonable, con las mismas bases y con el mismo énfasis, es la responsabilidad de quienes hoy aquí se gradúan de médicos en esta venerable institución cuyos fines educativos son amen de científicos, morales, éticos y ante todo humanitarios, el que a partir del momento en que esta institución a nombre de toda la sociedad les otorgue el privilegio de ser miembros de esta milenaria profesión, dediquen sus esfuerzos a vigilar el que los seres humanos, con los que en su capacidad profesional se relacionen, gocen de todos estos privilegios que la dignidad humana naturalmente les confiere. Nos corresponde vigilar no solo el que los recursos necesarios para que nuestros pacientes disfruten de un óptimo cuidado de salud, estén disponibles, accesibles tanto física como económicamente, a todos por igual, que sean aceptables y que tengan calidad, sino además que todas las áreas relacionadas directa o indirectamente con el Derecho a la Salud sean debidamente consideradas e implementadas, tales como lo son la protección del medio ambiente, la educación y la disponibilidad y accesibilidad a todos los múltiples elementos que son fundamentales para una vida plena y saludable. Somos los médicos pues ante todo, humanistas y por lo tanto, somos los médicos ante todo creyentes, protectores y defensores del más alto de los conceptos de la existencia, la dignidad humana. No bastará pues con que ustedes visiten, reciban, atiendan, identifiquen, receten, operen, intervengan, prescriban y curen, la obligación es mucho mayor, es la de comprender la condición humana en todas sus dimensiones, en todas sus infinitas manifestaciones, es poder escuchar más allá de la palabra hablada, o de los signos objetivos que nos presentan los seres humanos, es desarrollar la altura científica y espiritual para poder compenetrarse del ser humano en todas sus múltiples dimensiones, moral y eterno, del ser humano íntegro, del ser humano que todos somos y cuya dignidad va más allá del mero encuentro físico y la casual percepción. Esa compenetración con el ser humano nos llevará a proyectar nuestra vocación más allá de nosotros mismos, nos llevará a proyectar la vocación de nuestros padres y familiares, quienes al apoyar nuestros ideales para llegar a ser lo que hoy somos, también en forma implícita apoyaron los principios de reconocimiento y respeto por la dignidad humana.

Como profesionales reconocidos serán de inmediato miembros de la institución que con honra presido y que hoy aquí represento, cuyos fines y objetivos son ante todo y eminentemente humanitarios. Siendo claramente la misión de las agencias gubernamentales la ejecución de las disposiciones de la ley y el establecimiento de la reglamentación relacionada, le corresponde al Colegio de Médicos-Cirujanos de Puerto Rico, desde hoy, su colegio, ser el ente que establezca los principios conceptuales humanitarios y filosóficos, vigile y hasta donde le sea posible, instrumente las prácticas sociales y profesionales dirigidas en particular a la realización de los valores y aspiraciones de los miembros de su sociedad en lo que se refiere a su mayor bienestar físico, psíquico y social id est, su salud. Les invito a todos ustedes a ser más que participantes de nuestra institución, les invito a ser sus líderes, les invito a trabajar en conjunto con ella por el bien común, por el bienestar de todos, por la justicia social, les invito a la práctica incesante de la justicia, de la caridad, de la benevolencia, les invito a que siempre piensen y consideren antes de actuar los conceptos de tolerancia, ecuanimidad, razonabilidad, sentido común y magnanimidad.

Como misionero a las más remotas regiones de América Latina hemos sido durante muchos años testigos de inmensos e indescriptibles sufrimientos que muchos seres humanos y sus seres amados padecen durante sus vidas y durante el inexorable proceso de morir. Ello nos llevó a luchar en muchos países para tratar de lograr que se atendieran debidamente a esos seres y finalmente en el año 2001 presentamos una Iniciativa ante las Naciones Unidas por medio de su entonces Secretario General, honorable Kofi Annan, a fin de que se reconociera y consecuentemente se declarara que el Tratamiento del Dolor Crónico durante la vida y los Cuidados Paliativos, que son aquellos múltiples aspectos los seres humanos merecen y necesitan durante el proceso inexorable de morir, constituyen Derechos Fundamentales e Inalienables de toda la Humanidad. Los principios de esa Iniciativa el día de hoy han sido reconocidos y promulgados por todas las grandes organizaciones médicas relacionadas del mundo y solo esperamos que en ocasión del 60vo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el próximo 10 de diciembre de 2008, el actual Secretario General de las Naciones Unidas, honorable Ban Ki-moon así como la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, honorable Louise Arbour, respalden apropiadamente esos conceptos y dirijan sus acciones hacia su feliz culminación.
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Se avecinan en el mundo grandes crisis las cuales jamás se habían contemplado en la historia de la humanidad, crisis que son consecuencia exclusiva de nuestra historia y de nuestros tiempos. Se prevén tiempos de una catastrófica sequía que cobrará la vida de millones de seres humanos, se prevén tiempos en que el agua sea el más valioso de los tesoros que alguien pueda poseer, y que por ella se provoquen cruentas guerras y derramamientos de sangre, se avecinan tiempos de cambios climáticos que tal vez pongan en peligro la propia existencia de la vida como hoy la conocemos, se avecinan crisis económicas de inconmensurables alcances. En nuestro mundo prevalece ya hoy en día una enorme deprivación entre nuestros congéneres. Mientras estamos aquí, más de mil doscientos millones de seres humanos no han tenido alimento que llevarse a la boca en este día, más de mil doscientos millones de seres humanos sobreviven con menos de 1 dólar al día, la desigualdad entre las naciones es mayor cada día, las enfermedades como el SIDA y la malaria retan la supervivencia de muchas de nuestras sociedades. La globalización ha llevado progreso y poder a muchas sociedades pero ha también sin desearlo fomentado el crimen, las enfermedades, el terrorismo, el contrabando de armas y drogas. No solo eso, la mitad de la humanidad en el mundo que llamamos “globalizado”, jamás han hecho o recibido una llamada telefónica o mucho menos utilizado una computadora. En la última década, guerras brutales dentro de los países han cobrado más de 5 millones de vidas. En la Declaración del Milenio el Secretario General de las Naciones Unidas, Hon. Kofi Annan claramente expuso que las tremendas disparidades en la distribución de la riqueza en el mundo de hoy, las condiciones miserables en las que viven más de 1,000 millones de personas, la frecuencia con que se desatan conflictos en algunas regiones y la rápida degradación del medio ambiente natural son factores que contribuyen a que no sea sostenible el actual modelo de desarrollo a menos que se tomen medidas correctivas de común acuerdo. Si bien durante el último medio siglo ha habido ganancias económicas sin precedentes, la combinación de extrema pobreza con extrema desigualdad entre los países, y frecuentemente dentro de ellos también, es una afrenta a nuestra humanidad común.

Debemos de dirigir nuestros esfuerzos y nuestros talentos hacia los problemas de salud que afectan mayoritariamente a nuestra población y a la población del mundo, debemos de colaborar conjuntamente hacia la eliminación de la pobreza extrema, del dolor durante la vida y del abandono durante el proceso de morir, del sufrimiento y la desesperación humana. Ese es nuestro gran desafío, al cual debemos todos los aquí presentes responder con valentía y conmiseración. Como médicos, como profesionales de la salud, como líderes en búsqueda de los mejores destinos del género humano, es nuestro reto olvidar y prescindir de las pequeñas y diarias trivialidades para dedicar nuestros esfuerzos al bien común de todos los habitantes de este planeta y a los más elevados conceptos de igualdad y respeto por la dignidad humana.

Se preguntarán ¿por qué hemos tenido nosotros y por que tendrán ustedes que luchar en defensa de los Derechos Humanos que a fin de cuentas son de todos y a todos nos pertenecen? La respuesta reside en el hecho de que si bien los Derechos Humanos se consideran como prerrogativas “naturales”, válidos por sí mismos, inalienables, inherentes a nuestras propias existencias, más allá de la humana determinación y más allá de meras concesiones, los mismos emergen en la sociedad generalmente como consecuencia de los reclamos de los individuos que son víctimas de la injusticia y se basan originalmente en un sentimiento con carácter moral, la atención a sus reclamos, sin embargo, pasa a ser parte del orden social solamente cuando son proclamados por un cuerpo con autoridad a través de un proceso basado en la ley. Si bien ese derecho aún no ha sido reconocido ni plasmado en forma explícita e inequívoca en nuestra Constitución, corresponde a nosotros el enarbolar nuestra identidad moral y nuestra dignidad humana para declarar, promulgar y defender el derecho natural e inalienable del pueblo puertorriqueño a su más preciado bien, su salud. Actuemos pues en todas nuestras vidas acorde a los principios que son la esencia y la razón de ser moral y legal de esta institución y del Colegio de Médicos Cirujanos de Puerto Rico, principios que nos instan a que sea nuestra conducta el eco de nuestros ideales, de nuestros más altos conceptos morales y espirituales y la manifestación del respeto de nuestra profesión por los sacrosantos Derechos Humanos del pueblo Puertorriqueño y de su eterna e inalienable dignidad.

Muchas gracias


Eduardo Ibarra Ortega
Presidente Colegio Medicos Cirujanos de Puerto Rico